Caja de madera para castañuelas maragatas.

Caja de madera para castañuelas maragatas.

Castañuelas de madera de morera con las iniciales de su duela y su estuche de nogal. Con mariposa incrustada. Más »

Cruz de Chana de Somoza

Cruz de Chana de Somoza

Cruz realizada con madera de roble. Más »

Armarito

Armarito

Armarito realizado con madera de Nogal. Más »

Atril de taracea

Atril de taracea

Atril realizado con madera de manzano y encina. Más »

Armario joyero en taracea.

Armario joyero en taracea.

Armario joyero realizado con madera de nogal. Más »

 

Cestería en mimbre

Taller de cestería con mimbres (brimbias) de piorno.

En el otoño de 2015, me propuse tejer las brimbias que había obtenido durante el año (ahora son muy escasas debido a la falta de ganado y de agricultura), recordando la  recolección que había hecho en mi niñez para que un primo  me realizara algún cesto.

Fruto de mi labor de principiante son estas dos cestas, que, aunque con deficiencias, logré terminar.

Primero visité el campo buscando las brimbias de un año, las cuales me resultó costoso dar con ellas. Una vez conseguidas, las ripié (le quité la monda) y después de ponerlas a ablandar en agua, inicié el tejido. Aquí os presento mis dos primeros trabajos.

Cesto con asa de brimbias

Cesto de brimbias peladas

Cesta de usos varios

Cesta para coser

Molinos antiguos en el mundo rural

       Los molinos del mundo rural en la Maragatería.

Los molinos

 Los molinos nacieron en el mundo rural para satisfacer la necesidad de subsistencia, como complemento de la agricultura. En la Maragatería, como en el resto de la provincia de León, los molinos eran generalmente  comunales: los derechos  de molienda, heredados o comprados,  se reducían a unos determinados días o unas horas.

Muchos eran los molinos que había en las riberas de los ríos y regueras. Los molinos rastreros pertenecían a una comunidad del pueblo. Cada comunero disponía de días, medios o cuartos de día para poder moler. Estas velías pasaban de padres a hijos. En la margen izquierda del Duerna hubo abundantes molinos de este tipo hasta finales del siglo XX.

En Pobladura existió el del tío Ángel, que terminó produciendo la luz para el pueblo y otros dos más, aún en funcionamiento.

En Chana de Somoza, en el paraje de Las Charcas, al lado mismo del río Duerna, se encontraba la Maquinina, trasladada a su actual emplazamiento de La Magdalena en los años treinta, aún en activo; en La Puente, junto al puente de madera, hubo otro funcionando hasta los años sesenta; En El Cereiro, el del tío José, llamado el Pisón porque se utilizó para pisar el lino; en La Magdalena, al poniente de la actual Maquinina, aún hay restos de otro de vecinos de Busnadiego, adquirido por Pablo Martínez y desaparecido en los años treinta, y los tres de Valdespino, de vecinos de Piedras Albas. Además de estos existían dos maquileros, con autorización oficial, el del Manco en Las Charcas y el de Pablo Martínez en El Mayán.

En Filiel hubo dos, ambos maquileros, los de Alejo Alonso y el tío Domingo;  en Boisán el del tío Guillermo y La Molinica, de Jerónimo de Villalibre.

En Molinaferrera, en el río Cabrito -afluente del Duerna-, existieron varios rastreros: el Calabazo, el del tío Zoquita, Los Llobos (aún funciona) y el del Cristo, y uno maquilero, la Máquina de Aurelio Alonso.

También Busnadiego, en la reguera de Carrizo, en la confluencia de los arroyos de La Devesa y El Valle, tuvo tres, uno aún en pie. Piedras Albas se sirvió de  otro en el arroyo de La Devesa, a la derecha de la actual carretera que une estas dos localidades.

Los vecinos que iban al molino rastrero transportaban el cereal, envasado en quilmas o fuelles, mediante carros o caballerías los días que les correspondía, encargándose de ponerlo en marcha y demás faenas. Los que acudían al maquilero, era su dueño quien realizaba las faenas propias del oficio, tomándole a cambio como sueldo la maquila, bien en dinero o  mediante una cantidad en grano ya estipulada.

En estos últimos, descargado el grano, se pasaba previamente a la limpiadora si era para consumo humano, o iba directamente a la tremuya. Una vez obtenida la harina, caía al farnal si el destino era para alimento animal, o a un sistema de vasos sinfín que la elevaban al cernedor.

En el molino de Pablo Martínez era muy corriente que coincidiesen varias personas de los pueblos de la comarca, organizándose improvisadamente amenas tertulias y hasta concurridos bailes maragatos, muy animados por el tamborín que algunos clientes  prevenidos traían.

Formas de propiedad

La necesidad de moler dio lugar a la edificación de pequeños molinos (molinos rastreros), bien por algún particular o, lo más común, por un grupo de vecinos. Los derechos de molienda se ejercían por velía: ciertos días u horas teniendo en cuenta el número de propietarios y la herencia. El grupo era el encargado del mantenimiento: la limpieza de la zaya, reparación de instalaciones y picado de muelas. Si pertenecía a un solo vecino, éste cobraba en grano la labor de la molienda mediante una unidad de áridos, el cuartillo. El molinero, a mediados del siglo pasado, venía tomando cuatro cuartillos (un celemín) por cada quilma de cereal.

 La casa

Los molinos rastreros eran de pequeño tamaño, de una sola planta, cuadrada o rectangular, con paredes de piedra y cubierta de losa o, en algunos casos, de paja.

Tenían un solo par de piedras y aprovechaban el agua de arroyos o de zayas destinadas para el riego de prados y huertas. La mayoría sólo molía en otoño, en invierno y principio de primavera, cuando el caudal era suficiente. Aprovechaban la caída natural del agua para mover el rodezno, a través de estrechas y pendientes conducciones  de madera.

Los maquileros, situados en las riberas de los ríos, disponían de su propia moldera y estanque para almacenar agua, obteniendo así mayor presión y rendimiento. Realizaban su trabajo todo el año, especialmente al inicio del otoño cuando la cosecha se acababa de realizar y el agua escaseaba en los rastreros. Las zayas se limpiaban anualmente, antes del inicio de los riegos y las presas sobre el río se reparaban en primavera y verano para así obtener un caudal mayor.

 Elementos del molino tradicional

La tolva o tremuya

La tremuya es una caja en forma de tronco de pirámide invertida, sostenida sobre el carro. En ella se echaba el grano que descendía por un canal, la canaleja, para caer en el ojo de la muela superior. La canaleja está unida a la parte posterior de la tremuya mediante una correa y por delante, a un torno del carro, con tope, a través de una cuerda para regular su inclinación. Para que la canaleja se moviera de izquierda a derecha y así distribuir el grano en el ojo de la muela, disponía del carraquillo, cilindro vertical de madera (en los maquileros era de hierro) con una parte dentada, cuya base se asentaba en la lavija (pieza de hierro en forma de yugo acoplada en el ojo de la muela superior al gorro) y con la superior insertada en una barra horizontal del carro. La parte dentada coincidía con un extremo del lateral de la canaleja, imprimiéndole a ésta, al girar impulsado por la muela, el movimiento de vaivén antes mencionado.

Muelas

Disponían de dos muelas o piedras cilíndricas, apoyadas sobre cuatro vigas de roble formando un cuadrado e incrustadas unas en otras; la inferior o solera era fija y la superior o volandera realizaba la rotación. En los molinos tradicionales las piedras eran extraídas de las canteras del “país”. Para mejorar la molienda, los molinos maquileros incorporaron piedras francesas, de cuarzo y cinchadas, con un diámetro de unos 140 cm. La calidad de la harina no se debía sólo al tipo de piedras o a la clase de cereal, sino al buen estado del dibujo existente en la superficie de las muelas. Este dibujo constaba de unos surcos rectos completos y de otros más cortos, distribuidos alternativamente en forma radial, y de un granulado entre ellos  que había que recuperar periódicamente. Esto se conseguía con el picado mediante unos martillos especiales o picas, de dos cortes. Para ello, se levantaba la muela superior, se giraba y se trasladaba al lado, mediante palancas y cuñas, haciéndola descansar sobre dos tablones; modernamente este trabajo se realizaba por medio de una cabria, en cuyos extremos libres tenía sendos agujeros donde se ensamblaba un espigo metálico, que a su vez encajaba en ambos lados de la muela. Montada así la volandera y accionadas las citadas piezas por un tornillo, se izaba sin apenas esfuerzo, se volteaba y se disponía para el picado.

Caja o tambor

Para tapar la muela superior disponían de una caja o tambor de madera, generalmente en forma octogonal, donde se fijaba el carro con la tremuya y la canaleja.

En el ojo de la volandera se hallaba el mecanismo que unía ésta con el eje o árbol del rodezno y que transmite el movimiento a la piedra. Este mecanismo estaba formado por una pieza de hierro (lavija) incrustada diametralmente en el ojo de la volandera y que se encaja en otra pieza cilíndrica (gorro), también de hierro, insertada en el eje. Este mecanismo era de madera en los rastreros, ajustándose las piezas con pinas, por lo que su duración era corta.

Eje o árbol

Era de madera de roble en los antiguos y de hierro en los más modernos. En su parte inferior sostenía al rodezno, fijado mediante cuñas al árbol si era éste de madera o con un pasador si era de hierro. El eje, al girar sobre la rangua, empotrada en una viga de madera de roble llamada puente que atravesaba el cárcavo, lo hacía mediante un puntero de hierro (últimamente de bronce ambos). El puente apoyaba uno de sus extremos en un hueco de la pared y el otro, libre con un cincho de hierro, dentro de otro hueco, en la pared opuesta. Unido a ese cincho mediante una argolla existía un tirante o aliviadero, modernamente de hierro, que terminaba al lado de la caja de las muelas en un roscado con tuerca. Desde aquí, mediante una llave fija, se bajaba o levantaba el puente, y con él la muela superior para obtener una harina más o menos fina, más o menos velocidad o desembragar las muelas cuando el movimiento del rodezno se usase para otros fines, como mover una afiladera de esmeril, la limpia o para producir energía eléctrica mediante una dinamo.

El rodezno

Era una pieza cilíndrica, de hierro, hecho por herreros y más tarde en talleres especializados. Se hallaba situada en la parte inferior del eje. Aquellos en  los que el árbol era de madera, el rodezno disponía en su centro de un agujero cuadrado de unos 20 cm de lado para que ambas piezas quedaran fijadas con la ayuda de unas pinas también de madera; en los de eje de hierro, ese agujero, de unos 8 cm de diámetro, permitía ensamblarlas mediante un pasador. En su interior, dispuestas radialmente, presenta unas láminas verticales (álabes), en los más modernos curvas, en las que al incidir el agua procedente de la canal, provocaba un movimiento de giro que se transmitía a la muela volandera mediante el eje.

Farnal

El farnal era el cajón, adjunto al  tambor, que recogía la harina que iba saliendo de las muelas y desde donde  el molinero llenaba los sacos y fuelles de los clientes.

Elementos complementarios

El afán de mejora llevó a molineros con iniciativa a ir perfeccionando sus molinos añadiendo maquinaria complementaria que, para mejorar la calidad de la harina, librara al grano de adherencias u obtuviera por separado de la harina en bruto los productos. Para mover esta maquinaria disponía de un sistema de poleas y correas instalado a nivel de las vigas superiores de la casa (más grande que la del molino tradicional). El mismo rodezno, con un sistema de embrague y ruedas dentadas (dientes de madera para que fuese más silencioso el movimiento) transmitía el movimiento a la piedra, a este árbol de poleas o los dos a la vez.

La limpia

Esta es una máquina auxiliar que sólo la poseían ciertos molinos maquileros. Separaba del grano pajillas, espigas, chinas y otras semillas mediante cribas metálicas. Se activaba igualmente  mediante una correa conectada al árbol de poleas (distribuidora).

Cernidor o cernedor

Era un depósito de madera grande y alargado, colgado del las vigas de aire, con dos ejes longitudinales, uno superior con un esqueleto prismático  de madera  forrado por una tela de seda muy fina en su contorno para tamizar la harina, y otro inferior, con un tornillo helicoidal sinfín que arrastraba la harina tamizada que iba saliendo por cada una de las piqueras  situadas en la base del cernedor: harina de primera, segunda o la tercerilla, y el salvado (cáscara del grano de los cereales). Para llevar la harina al cernedor disponía de dos columnas huecas en cuyo interior  se movía una correa con pequeños vasos que recogían la harina que caía en ellos mediante un canal que la traía de las muelas. En la parte superior de las columnas, los vasos la basculaban en otro canal que la conducía al cernedor. El movimiento de las poleas de vasos y cernedor se realizaba mediante correas acopladas al eje diferencial.

La Molinica de Chana de Somoza

La Molinica de la Magdalena (Chana de Somoza)

Real Felipe. Buque de la Armada española

EL Real FELIPE. Buque insignia de la Armada española

Hace unos 20 años inicié la construcción de esta maqueta, El Real Felipe, para uno de mis hijos. Fue un trabajo artesanal, las piezas de madera las fui realizando yo con materiales autóctonos. Mide 91,5 cm de eslora y 17 de manga. Está realizado tomando como base los planos de Amati y a escala 1:75. Durante su construcción, que duró año y medio, solicité información en varios lugares, entre ellos en Rusia y Japón, de donde me la ofrecieron puntual y amablemente, hasta en español.

Una vez finalizado y para mejor conservación, le preparé una vitrina con su base y marcos de madera de castaño.

Su nombre sigue dando lugar a muchas confusiones. Unos autores lo nombran «San Felipe«, otros «El Real», o «Real Felipe«.  El buque lleva el nombre de Felipe V de España, el primer Borbón rey de España.

Incluso se ha llegado a dudar de su realidad física o a confundirlo con otro buque.

El San Felipe era un navío español de guerra de tres puentes de primera clase (era el rango más alto) y uno de los más famosos y emblemáticos navíos de su tiempo. Se construyó en 1716 en los astilleros de San Feliú de Gixols como buque insignia de la Armada española. Se erigió sin escatimar materiales, con doble tablazón, interna y externa, lo que dotaba a su casco de gran resistencia.   El revestimiento que cubría el casco era de madera de encina. La longitud de estas tablas, llamadas «Hiladas o trancas» era de 8 metros y tenían 25 centímetros de espesor. Los demás elementos de barco eran de madera de encina, olmo y pino.

Para su construcción se emplearon probablemente más de 4.000 árboles, lo que hace comprensible que los historiadores consideren la construcción naval como una de las causas de la deforestación española.

Armado con 108 cañones, 67 m de eslora, 16,5 m de manga, y 12 m de puntal y  decorado con imponentes esculturas hacían del S. Felipe un poderoso adversario capaz de enfrentarse a cualquier enemigo de la época.

Su primer servicio guerrero fue la campaña de Cerdeña en octubre de 1717. Era el buque insignia del jefe de escuadra D. Esteban Mari Centurione, marqués de Mari. Cumplida la misión, la escuadra regresa a Barcelona el 23 de octubre.

Al mando del capitán D. Pedro Despoix, era el navío insignia de la escuadra española concentrada en Barcelona para la campaña de Sicilia, puesta al mando del jefe de escuadra D. Antonio Gaztañeta e Iturribalzaga. Zarpan hacia Mesina el 19 de junio de 1718. La escuadra entra en Palermo el 3 de julio y a finales de ese mes colabora en la ocupación de Mesina.

Al terminar, fue llevado preso a Siracusa y posteriormente enviado a Mahón (que se encontraba en manos británicas desde la guerra de Sucesión) con otros cuatro navíos y cuatro fragatas. Por un descuido el navío «San Felipe el Real» se incendió y explotó, inmejorable final para el navío capturado y preso, si no fuera por las bajas de los 160 británicos y 50 españoles que se encontraban a bordo en ese momento.

Placa del San Felipe

San Felipe

Plano de proa

Planos

POZOS DE CHANA DE SOMOZA

Pozos para el riego. Agua no potable.

En la década de los años cincuenta, Chana de Somoza (León) sintió la necesidad de la  construcción de cuatro pozos en distintos lugares de la localidad con el fin de obtener agua para alimento del ganado y para el riego de algunas plantas como repollos y otras de huerta.

En aquel entonces, solicitó la Junta Vecinal, presidida por Mariano Simón, ayudas a la Diputación de León para la construcción de estos pozos. Se obtuvo subvención para el material, mientras que los trabajos fueron realizados por los vecinos.

Los vecinos  más jóvenes se pusieron a la obra,  era necesario excavar la roca unos seis metros. Iniciaron el trabajo con una superficie de unos tres metros cuadrados (1,75 m de lado)  aproximadamente. Iban golpeando la roca, dura unas veces, con el pico, que era necesario tener afilado para que la tarea fuese más efectiva. Así consiguieron, poco a poco, la finalización de la obra de perforación,  luego había que construir el brocal, que se hizo totalmente de piedra rematado por una bóveda de cemento. Se remataron con una tapa de madera para evitar posibles accidentes  y con una pila de roca al lado para que los animales saciaran su sed.

Los lugares escogidos para ellos fueron sitios estratégicos que pudiesen ofrecer el agua a todos los vecinos: el de la Gusera, en el Alicreigo,  aprovechando la fuente antigua; el del Cueto, en la plazoleta frente a la casa del tío Pedro; el de la Fontana, en la fuente cercana a la plaza, y el de Las Eras, al lado de la ermita.

Hace un par de años recibió el pueblo una nueva subvención para restaurarlos, trabajo que realizó Saturnino y posteriormente la empresa de Antonio Franganillo Simón.

En el año que acaba de finalizar, se construyó un quinto pozo, semejante a los anteriores, en el solar que Antonio Franganillo donó al pueblo, hoy plaza de Esmeraldo.

Aquí os presento los cinco pozos, realizados en blanco y negro y a plumilla.

Pozo del Cueto

Caja de madera en taracea (XII)

Caja de madera con sus caras decoradas en taracea

Esta caja la construí para un familiar en los años ochenta. Es de madera de nogal toda ella. El frente representa en taracea el corredor de la casa familiar, en Andiñuela de Somoza (León), los laterales, figuras clásicas de hojas y la parte posterior, dibujos geométricos. En la portada de la tapa se halla representada la casa familiar desde la calle Grande; en la contraportada, las dos letras del nombre del destinatario. Fue mi primera obra en madera, de aquí partió mi afición a estos trabajos.

 

Portada con calle Grande de Andiñuela

Portada de la caja y frente

Atril y la iglesia de Peñalba de Santiago (León)

Atril con la iglesia mozárabe de Peñalba de Santiago (León)

Vista del pueblo con la iglesia desde la parte superior del pueblo. Este trabajo fue realizado en 1996 para una persona, ya desaparecida, muy amante del arte y de la historia y muy apreciada por mi familia.

La iglesia de Santiago de Peñalba, se halla en el pueblecito de Peñalba de Santiago, en el Valle del Oza, en la comarca de El Bierzo (León), es una de las joyas arquitectónicas del Arte mozárabe.

Muy próximo, frente a Peñalba, se encuentra el Valle del Silencio, en el río Oza. En una cueva, sobre una gran roca, pasaba largas temporadas meditando San Genadio, un curioso obispo que restauró el Monasterio de Montes, próximo al lugar.

La iglesia fue construida en la primera mitad del siglo X por el abad Salomón,  en el reinado de Ramiro II.

Se trata de una iglesia con planta en cruz latina, con dos capillas en los brazos de la cruz, y dos ábsides, en la cabecera y en el pie de la cruz. El techo del cuerpo central o cimborrio y los ábsides tienen forma de cúpula.

Su torre con las campanas, la espadaña, se encuentra separada de la nave de la iglesia, en la cara oeste del edificio. Esta separación entre nave y espadaña es común en iglesias de la zona o de este estilo.

Realicé este trabajo con maderas varias, especialmente en manzano y roble. Los ejes, tanto del atril como del pie que lo sujeta al abrirlo, están preparados en madera.

El paisaje está enmarcado con una elegante cenefa geométrica de nogal.

En el reverso aparecen las iniciales (A y Q) del personaje tan querido a quien fue dedicado el pequeño mueble.

Peñalba de Santiago (León)

Frente con Peñalba de Santiago

Encuadernación. Libros y álbumes de fotografías

Encuadernación de libros y álbumes

Llamamos encuadernación de libros al proceso de cosido, pegado y fijado de hojas o de pliegos de papel y a la fabricación de una tapa o cubierta para proteger una publicación (libro, tesis, revista, etc) y mejorar su presencia y utilidad.

Encuadernación en cartoné o encuadernación en tapa dura.

En este sistema, las hojas que conforman la tripa del libro se cubren con una tapa de cartón rígido de 2 o 3 mm de grosor. Este cartón suele estar recubierto con un papel o una tela sobre la que se imprime el título y el diseño de la cubierta. Se trata de la forma de encuadernación que mayor apariencia, solidez y resistencia proporciona al libro. También es el sistema más costoso, porque utiliza un mayor número de materiales y el proceso de manipulación implica más etapas y mayor complejidad.

En el caso de las ediciones de lujo, los libros pueden ir forrados en tela o en piel (natural o sintética) y se decoran con grabados, dorados, refuerzos, etc. Las ediciones más económicas suelen utilizar papeles texturizados o papeles impresos para recubrir el cartón de la cubierta.

El término «encuadernación a la americana» se aplica a toda encuadernación, ya sea en cartoné o en rústica, cuyo cuerpo de hojas esté pegado o encolado en lugar de cosido.

Los procesos son más numerosos que en el caso de rústica. Se comienza por la formación de los cuadernillos, cosidos y simultáneamente se unen los cuadernillos entre sí, también cosidos. Se colocan las guardas y se mete en tapas. A partir de este momento, la encuadernación cambia de nombre en función del material de recubrimiento.

La encuadernación encartonada (en pasta) es una encuadernación de lujo. Antes de pegar las guardas, se colocan las tapas de cartón, insertando la cuerda de cosido. Se pegan tiras de cartón en la cara interior de las tapas, tensando la tapa para compensar el abarquillamiento. Se pegan las guardas a las tapas. Se coloca la tarlatana. Se  coloca un segundo refuerzo de papel kraft. Se ponen las cabezadas y se  hace la cobertura final o revestimiento; en media tela/tela completa, en media piel/piel completa(lujo), pergamino, en lomo con nervios, etc. Y por último, se hace el estampado o grabado sobre el revestimiento.

En el método de cartoné se cubre el lomo con tela, o piel y las tapas con papel o toda la cubierta en cartulina o guaflex. Es parecida a la edición encartonada pero más corriente. Después de colocar las guardas, comienza el enlomado plano o curvo. Se pega la tarlatana, y el segundo refuerzo. Se introducen las cabezadas y se mete en tapas (las tapas vienen ya hechas o se hacen).

He reparado libros, desmontándolos y volviendo a coserlos para finalizar haciéndole nuevas tapas si las anteriores faltan o están deterioradas.

Hace un tiempo hice un cursillo de encuadernación y con los conocimientos adquiridos, además de reparar libros viejos, fui construyendo distintos álbumes para la familia más próxima.

Aquí puedes ver varios de ellos, sus tapas con contraportada y la primera página.

Para mi hija Ainhoa. Cubierta

Tapa del álbum en rojo

Álbum de mi hija

Tablero de ajedrez y figuras de nogal

Ajedrez. Tablero y figuras de nogal.

Hace algún tiempo me entretuve preparando este ajedrez de nogal. El tablero de ajedrez fue realizado en taracea enmarcado con una cenefa de cuadraditos sobre fondo de pino, todo ello rodeado de un marco de nogal con su moldura.

Lleva dos cajones íntegramente de nogal, uno para las figuras de cada color además de las fichas de las damas.

Las figuras las elaboré de nogal (las negras) y de brezo -urz le llamamos por aquí- (las blancas). Su diseño recuerda los espejos de las aldabas y tiradores maragatos de las puertas maragatas (chapetas decimos en Maragatería), y el de las torres, el torreón de Turienzo de los Caballeros (León).

Las fichas de las damas son igualmente de nogal y brezo.

Tablero

Tablero del ajedrez

Estuche y castañuelas con sus lazos (X)

Cajas de castañuelas maragatas y sus lazos

Hoy presento dos cajas de castañuelas, la primera preparada en madera de nogal y la segunda de cerezo.

En ambas la decoración es similar, inspirada en los motivos decorativos maragatos.

La portada de la tapa, en el primero, presenta la vista en taracea de Chana de Somoza (León) desde la carretera que viene de Astorga (León), enmarcada por una franja de nogal rematada por una moldura, y bajo ésta, en las cuatro caras, lleva una orla en la misma madera. En la segund, la parte superior tiene la forma de trapecio isósceles descansando sobre su base mayor. Tanto sus bisagras como su cierre, están hechos de madera de nogal negro. La tapa de éste último presenta en el borde superior una moldura realizada a mano.

El faldón inferior de ambas tiene la decoración típicamente maragata, muy corriente en sus corredores.

El interior del primero, en taracea, realicé una composición con un corredor maragato y las iniciales del destinatario, en el segundo preparé un motivo geométrico, tanto en su contraportada como en la parte inferior del estuche, donde aparece la inicial.

Estuche para castañuelas

Conjunto de la caja con paisaje en taracea

Parchís maragato, marco de medallas y álbum de fotos

Parchís maragato, rosetón y álbumes de fotografías

El primer trabajo es un parchís que preparé para mi hija y yerno. Las puertas son maragatas, dos de Andiñuela (León) y dos de Chana de Somoza (León), con sus iniciales sobre ellas (M y A).

El segundo trabajo es una cajita enmarcada para colocar unas medallas familiares. En el centro realicé en taracea un rosetón en distintas maderas para colocar la mayor de aquellas. Todo está rematado por un marco de roble.

El álbum de fotos que le preparé a mi nieta pequeña posee una encuadernación en cartoné. Las tapas están forradas en dos colores, con papel de aguas y tela marrón en el lomo.

La contraportada es un dibujo a plumilla que representa al observador dentro del corredor maragato con la luna (su nombre) al fondo, en el exterior.

Parchís maragato

Parchís